Es la capacidad para adaptarse a los cambios, modificando si fuera necesario su propia conducta para alcanzar determinados objetivos cuando surgen dificultades, nueva información o cambios del medio, ya sean del entorno exterior, de la propia organización, del cliente o de los requerimientos del trabajo en sí.
Esta competencia hace referencia a la versatilidad en el comportamiento, a la emisión de conductas adaptativas y no tanto a los cambios de tipo cognitivos o en los sistemas de valores, expectativas o creencias.
Las personas que poseen esta habilidad se caracterizan porque:
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Aceptan y se adaptan fácilmente a los cambios.
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Responden al cambio con flexibilidad.
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Son promotores del cambio
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Manejan adecuadamente las múltiples demandas, reorganizan pronto las prioridades.
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Adaptan sus respuestas y tácticas a las circunstancias cambiantes
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Su visión de los acontecimientos es sumamente flexible.
Las personas con esta competencia son capaces de adquirir nuevas pericias o habilidades y de incorporarse fácilmente a un nuevo equipo de trabajo. Permanecen abiertas a los nuevos datos y pueden renunciar a las antiguas creencias y adaptarse a los nuevos tiempos.